lunes, 1 de junio de 2015

¿Para qué sirve mandar/hacer los deberes? Breve mirada a lo que dicen los estudios, por Antonio Soriano Márquez

¿Para qué sirve mandar/hacer los deberes? Breve mirada a lo que dicen los estudios, por Antonio Soriano Márquez, Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada y padre.

Tareas, deberes, ejercicios para casa, estudiar,...muchas son las palabras y variantes que usamos los adultos para denominar la ampliación de la jornada escolar de nuestros hijos y/o alumnos.
Hasta hace relativamente poco, como probablemente le ocurra a usted, amigo lector, no se me habría ocurrido preguntarme sobre el sentido, eficacia y efectos de los deberes que mandan hacer tras la jornada lectiva, ya que estos han estado tan estrechamente unidos a la educación que se entendían como algo consustancial a la infancia.


Pero esta sección pretende tener una seña de identidad que no es otra que cuestionar y poner a prueba distintas prácticas educativas, y en esta ocasión le toca el turno a los deberes para casa, a fin de poder saber si éstos se mantienen por la fuerza de la costumbre o si hay pruebas que mantengan su validez y vigencia. Parece justo y lo más honesto que si vamos a exigirles a nuestros hijos y/o alumnos que acaben las tareas escolares en casa, nos tomemos la molestia de bucear un poco en su conocimiento, para así conocer qué ventajas e inconvenientes presentan y sobre todo, “para qué” se realizan.
Entre las supuestas bondades de la realización de los deberes en casa está la creencia de que mejoran el rendimiento escolar y las calificaciones de los alumnos a la vez que éstos desarrollan rasgos de carácter positivo como la autodisciplina, el hábito de trabajo o la independencia. En definitiva, lo que a priori todos pensamos: que un niño/a que hace los deberes regularmente sacará mejores notas y adquirirá unos hábitos de trabajo que le serán muy útiles tanto en el centro escolar como fuera de él.
En principio, podríamos pensar que la realización de deberes puede relacionarse con una mejora tanto del aprendizaje (entendido de forma amplia) como de otras competencia y habilidades no estrictamente académicas (actitudes, “hábitos de estudio”, etc.). Tratar de profundizar en esta afirmación excede sobremanera tanto las pretensiones de este artículo como probablemente su paciencia como lector, pero sí pretendo exponer para su reflexión algunos puntos centrales y con frecuencia poco valorados, a fin de que cada uno pueda iniciar continuar la búsqueda y extraer sus propias conclusiones.
La primera y obligada parada hace que nos detengamos en la siguiente frase, aparecida en el Journal of Educational Psychology: “Los investigadores están muy lejos de una evaluación unánime de las fortalezas y debilidades de los deberes como técnica de enseñanza”. En otras palabras, no parece estar nada claro el papel que desempañan los deberes a la hora de mejorar la enseñanza de los alumnos. Esto no parece coincidir con la opinión de una mayoría de docentes y padres/madres, para los que los deberes tienen un efecto claramente positivo para el aprendizaje, si bien, cada vez son más los que empiezan a cuestionar los deberes y sus efectos, cuando no a criticarlos abiertamente.
Si acercamos el zoom, y hacemos una aproximación más de cerca a la anterior afirmación, podemos ver, de forma muy sintética, qué dicen las investigaciones sobre los efectos de los deberes en los niños y niñas:
ALUMNOS PEQUEÑOS

Efectos de la cantidad de deberes mandados sobre las notas.
No existe relación significativa.
Efectos de la cantidad de deberes mandados sobre las puntuaciones de pruebas estandarizadas.
No existe relación significativa.
Efectos de la cantidad de deberes hechos sobre las notas.
Relación negativa.
Efectos de la cantidad de deberes hechos sobre las puntuaciones de pruebas estandarizadas.
No existe relación significativa.

ALUMNOS MAYORES

Efectos de la cantidad de deberes mandados sobre las notas.
No existe relación significativa.
Efectos de la cantidad de deberes mandados sobre las puntuaciones de pruebas estandarizadas.
No existe relación significativa.
Efectos de la cantidad de deberes hechos sobre las notas.
Relación positiva.
Efectos de la cantidad de deberes hechos sobre las puntuaciones de pruebas estandarizadas.
No existe relación significativa.

(Cuadros extraídos de “El mito de los deberes” Alfie Kohn. Edit Kaleida Forma).

Esa idea tan arraigada entre padres y profesores sobre los supuestos beneficios de los deberes parece torcerse o al menos debilitarse si echamos un vistazo a los estudios que han intentado comprobar si tales beneficios son realmente achacables a la realización de tareas escolares en casa.
Estos estudios(1)  no solo no apoyan tales creencias, sino que un análisis en detalle de ellos muestra que durante el periodo de Educación Primaria no existen pruebas de beneficio académico alguno de los deberes, pero sí sugieren que éstos pueden tener efectos negativos, ya que se aprecia una relación en la que cuantos más deberes se realizan peor es la actitud de los niños y niñas hacia el colegio.
Si nos fijamos en los alumnos mayores aparece una relación, aunque débil, entre la realización de deberes y la mejora de los resultados académicos medido por las notas, pero esta relación es compleja y requiere saber interpretar dichos resultados. En primer lugar, las investigaciones que apoyan esta relación presentan una serie de limitaciones metodológicas que hacen dudar de sus conclusiones y que pueden resumirse en los siguiente: “las investigaciones sobre los deberes continúan mostrando las mismas debilidades (…): una dependencia excesiva de los autoinformes como método predominante de recogida de datos, y la utilización de la correlación como método principal de análisis de los datos”(1 y 2).
Por si esto fuera poco, cuando aparecen efectos positivos de los deberes en las investigaciones, éstos suelen ser muy pequeños y se reducen aún más cuanto más tiempo dura el estudio.
En resumen, no existen evidencias consistentes que demuestren que “hacer la tarea” tenga efectos positivos perdurables para el aprendizaje de los niños, pero lo que sí demuestran las investigaciones, y podemos observar a poco que nos fijemos, es el efecto de sobrecarga, estrés, conflicto familiar, reducción de tiempo para realizar otras actividades, así como un desinterés por el aprendizaje, que suele ir unido a la obligación de realizar tales tareas escolares en casa.
“Los niños necesitan tiempo para aprender, para repasar lo visto en clase”, se oye a padres y profesores para justificar la conveniencia de los deberes. Por supuesto, pero habría que preguntarse: ¿no se aprende también a través del juego en la calle, sólo o con otros niños/as, construyendo, pintando, hablando, etc...? No olvidemos que un niño ya pasa 5 horas al día en clase, con tareas escolares de un tipo u otro.
Nuestros hijos se sienten presionados y suelen oponerse al “doble turno” que suponen las tareas escolares pero, a pesar de las evidencias de las investigaciones y de lo que nuestros hijos y alumnos expresan, solemos mirar hacia otro lado.
A la luz de las investigaciones, es importante y urgente redefinir la necesidad, intensidad y formas en las que se plantean las tareas escolares en casa si queremos que nuestros hijos salgan de la Educación Primaria con el mayor de los objetivos escolares cubierto: desear seguir aprendiendo, y para que la Educación Secundaria no sea una lucha estéril entre padres, profesores y alumnos, que desemboque en el absentismo y fracaso escolar.

Para ampliar información:
(1) http://www.alfiekohn.org/teaching/deberes.htm  o “El mito de los deberes”. Alfie Kohn. Kaleida Forma.
(2) Encyclopedia of Educational Investigation: http://www.elmitodelosdeberes.com/2015/05/1984-la-circular-de-maravall-sobre-los.html (curiosidad)

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