Cipión y Berganza van a la escuela. Antonio Urbano 3


3. En el texto de la LOMCE se apuesta por la competitividad como motor de mejora. Esta cuestión ha sido criticada argumentando que la cooperación es un valor inherente a la educación. ¿Qué reflexión les merece? ¿En qué lugar quedaría la mutua colaboración entre alumnos/as y centros?

No creo que convenga marear la perdiz en cuestiones como esta. Una escuela inclusiva, plural, diversa, que fomenta la igualdad, que lucha contra la exclusión, que trata de paliar los desequilibrios sociales y busca garantizar la igualdad de oportunidades a través una de una escuela solidaria y democrática debe, a todas luces, priorizar la capacidad para colaborar y trabajar en equipo, y mucho más si tenemos en cuenta que la colaboración y el trabajo cooperativo son valores en alza en las sociedades modernas.
De otra parte la solidaridad y el trabajo colaborativo son importantes en una escuela ecológica y saludable, tanto cognitiva como emocionalmente. Mucho más, si cabe, si aspiramos a que los centros sean un espacio de convivencia y socialización en el que la resolución pacífica de conflictos ayude a prevenir y superar los problemas de convivencia que dificultan la gestión del aula y del aprendizaje en algunos de nuestros centros.
La colaboración entre los centros es otra de las cuestiones que está siempre en el candelero, que siempre está en las intenciones del legislador y que siempre queda para un desarrollo normativo que nunca termina de concretarse ya que se queda sobrevolando despachos y salas del profesorado sin aterrizar en la práctica educativa. Una vez más este parece ser el rumbo que se va seguir puesto que en la LOMCE se prioriza la rendición de cuentas de los centros y la competitividad entre ellos antes que: la reflexión sobre la práctica, la autoevaluación, la evaluación de diagnóstico, la confianza, y la colaboración y el trabajo cooperativo en redes de centros en las que se comparten experiencias y buenas prácticas.

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